Somos adictos a estos nuevos hidratos de carbono
- dracecybaffetti
- 14 abr
- 2 Min. de lectura
El hombre antiguo no tenía toda la disponibilidad de alimentos que tenemos hoy, y nombro al hombre antiguo porque compartimos los mismos genes, variaron muy pocos y sí modificó nuestra epigenética no, nuestros genes.
Esto quiere decir, tenemos la misma maquinaria que el hombre antiguo para el funcionamiento de nuestro cuerpo, lo que cambio fue el ambiente que nos rodea.
Ese hombre antiguo, se levantaba con la salida del sol y salía a cazar su alimento (realizaba ejercicio en ayunas), si lograba su objetivo comía carnes y vísceras. También, según la época del año podía incorporar algunas hierbas, frutos o bayas, que de ninguna manera tenían el índice glucémico que tienen las verduras y frutas hoy.
A medida que fuimos avanzando en la historia, surgió la agricultura y ahí aprendimos con el tiempo a preparar alimentos con hidratos (pan), que tampoco era un pan formado con el trigo fino y modificado de hoy.
De ésta manera, continuamos miles de años, con casi la misma alimentación, variada, con abundancia en proteínas y grasas y algunos hidratos de carbono, con bajo índice glucémico, que se asimilaban de manera favorable, sin almacenarse en nuestro cuerpo, porque no había en exceso.
En los años 80/90 nos mostraron un nuevo mundo de comodidad, donde ya no teníamos que ir cazar nuestros alimentos, pero tampoco teníamos que hacer grandes esfuerzos para obtenerlo (no gastamos energía en la obtención de los alimentos). También nos dieron una comida que no requería grandes horas de preparación y cocción (comida rápida). La nueva comida a su vez, empezó a perder las características de naturales, para convertirse en aditivos, resaltadores de sabor y conservantes, todos juntos que ahora empezamos a llamar procesado o ultraprocesado. Esos alimentos, al menos tienen 2 derivados de azúcares refinados que estimulan nuestro cerebro, asociado a resaltadores de sabor que potencian el deseo a nuestro cerebro, pidiéndonos más de eso.
Imaginense, llega de golpe al cerebro miles de moléculas de azúcar refinada y resaltadores de sabor, que estimulan centros similares que la cocaína, que nos generan un placer inmediato, pero corto. Una vez que este subidón de energía y placer cae (en gra, unas 2 o 3 horas después), nuestro cerebro empieza a sentir ansiedad, tristeza y otras emociones que nos obligan a buscar más de eso y en más cantidad. Y así, entramos en un loop donde comemos hidratos, nos sentimos felices y exitados, cae el estímulo, nos sentimos cansados y ansiosos y volvemos a comer para volver a sentir lo mismo.

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